Un devocional diario para fortalecer tu relación con Dios
Devocional para hoy Lunes
Paz en medio de la guerra
Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.
(Filipenses 4:7)
La paz que viene de Dios no se compara para nada con la paz (felicidad, seguridad y estabilidad) que el mundo puede dar. No se trata de una paz frívola o fantasiosa. Es una paz real que podemos disfrutar aun cuando estemos pasando por guerras o aflicciones por todos lados. ¡Dios es la fuente de paz verdadera!
Esta paz no es sinónimo de que todo nos va bien, sino que es señal de que nuestro corazón está anclado en la Roca Eterna que nos afirma y sustenta siempre. Sí, esta paz de Dios excede todo entendimiento. No es pasajera ni depende de las circunstancias. Su paz coexiste con el sufrimiento y llena el corazón de consuelo aun cuando enfrentemos valles y tinieblas en la vida.
No estés ansioso. Confía que Dios continúa en control de todo y él sustentará tu corazón y tu mente en la fuerza de Jesús.
La paz de Dios guarda el corazón
Ora y pide la paz de Dios. Él apacigua el corazón y la conciencia que se encuentran en aflicción y temor.
Descansa el corazón en el Señor. Cuando parece que los dolores del mundo nos abaten, intercambia tu fardo pesado con el de Jesús. Recuerda que él está a tu lado y piensa en ti en la angustia.
Llena tu mente de la Palabra de Dios y fortalece tu fe en las Escrituras. Con ese alimento recuperarás las fuerzas que necesitas cada día.
¡Comparte la paz de Dios! Es nuestra misión (y actitud de amor) conducir a las personas desesperadas y en pánico hacia la esperanza viva que hay en Cristo (1 Pedro 1:3).
Para orar:
Señor mi Dios, danos de tu paz que sobrepasa todo entendimiento. Enséñame a confiar en ti aunque todo parezca perdido y devastado. ¡Nada ni nadie nos podrá separar del grande amor de Jesucristo! Guarda mi corazón y mi mente en ti, Señor, hoy y siempre. Amén.
Devocional de Ayer
Prospera en la tierra de tu aflicción
Al primero lo llamó Manasés, porque dijo: «Dios ha hecho que me olvide de todos mis problemas, y de mi casa paterna». Al segundo lo llamó Efraín, porque dijo: «Dios me ha hecho fecundo en esta tierra donde he sufrido».
(Génesis 41:51-52)
La historia de José, el hijo de Jacob que fue gobernador de Egipto, es bastante conocida y hasta ha servido como tema para películas, series, dibujos animados y libros. A pesar de su popularidad lo que muchos olvidan es que la historia de José no habría sido la misma si él no hubiera confiado en el Señor.
Con seguridad, la vida del «príncipe de Egipto» habría sido una gran desgracia sin la presencia del Dios verdadero. Tanto sufrimiento y agonía le habrían hecho desistir de todo.
El hecho es que, aun cuando fue abandonado por todos, vendido por sus propios hermanos, traicionado, preso injustamente y olvidado en la prisión, él sabía que Dios no le abandonaría jamás. Cuando José nombró a sus hijos, él dio testimonio de lo que la bondad y la gracia del Señor hicieron a su favor: él pudo olvidar el sufrimiento pasado, no alimentó la herida contra su familia y prosperó en la tierra en la que sufría.
Atrévete también a confiar en Dios en medio de los problemas. Podrás ver y testificar sobre los milagros de Dios en tu vida.
Cree hoy a pesar de las circunstancias difíciles:
Ora agradeciendo por el ejemplo de fe de José y, como él, entrega a Dios el control de tu vida.
Pide a Dios que te ayude a perdonar y a olvidar todo lo que sufriste en el pasado.
Creer conlleva confiar plenamente en Dios, que es bueno y misericordioso. Confía y espera en Dios con paciencia. Él no te abandona ni cuando estás en medio de aflicciones.
Para creer de todo corazón necesitas conocer a Dios. Busca desarrollar una amistad verdadera con Jesús.
No murmures ni discutas con aquellos que te han hecho daño. Perdona y lleva todo a Dios en oración. Él es el juez justo y puede usar esta aflicción para bendecir a muchos.
Continúa trabajando y sirviendo a Dios con gratitud. A su tiempo él te premiará.
Para orar:
Amado Dios, tú sabes y conoces la aflicción que he vivido. Continúo creyendo y esperando en ti y en tu milagro. Ayúdame a pasar por todo esto honrándote como hizo tu siervo José.
Enséñame a amar y perdonar a aquellos que me han perjudicado. Bendíceme y hazme prosperar en las dificultades para que yo pueda glorificarte y testificar siempre de tu bondad y de tu inmenso amor. En el nombre de Jesús, amén.
Devocional de Anteayer
Vence el mal con el bien
No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien.
(Romanos 12:21)
En un mundo en el que se nos ataca de diversas formas – por ejemplo, con mentiras, palabras torpes y hasta agresiones físicas – la primera cosa que viene a nuestra mente es reciprocar estas agresiones con la «misma moneda». Esto es especialmente cierto cuando hieren nuestros sentimientos. Nuestra carne es así: reactiva, destructiva y violenta. Cuando combatimos el mal con el mal el diablo consigue su objetivo: causar destrucción.
Es por eso que Pablo nos alerta sobre la importancia de que no seamos vencidos por el mal ni participemos del juego. Vencer el mal con el bien es la única manera verdadera de vencer.
El mal no soporta el bien – todo lo que es bueno proviene de Dios – y la luz, por más pequeña que sea, es suficiente para alejar las tinieblas. Por eso, aunque nos sintamos heridos, debemos buscar el Espíritu Santo y confrontar el mal con el poder de Dios.
El Espíritu Santo nos ayuda alejando de nuestro corazón el deseo carnal de vengarnos. A través de la búsqueda guiada por el Espíritu Santo se nos lleva a utilizar la armadura espiritual combatiendo el mal con el bien. De esta manera Dios va delante nuestro y nos guarda en la batalla.
La perseverancia en hacer el bien traerá buenos frutos y con toda certeza verás que Dios hará justicia en su tiempo. Dios es justo y nos bendice siempre. Él te levantará y te conducirá en victoria.
A través de tu vida y de tu testimonio muchos de los que te hirieron te pedirán perdón y verán sus vidas transformadas en Cristo. ¡Esta es la verdadera victoria sobre el mal!
No te dejes vencer por el mal
Enfrenta la adversidad de rodillas. La oración es la herramienta principal para quien quiere vencer el mal con el bien.
Busca llenarte más del Espíritu Santo, aliméntate de su fruto.
No luches solo, comparte tu condición con un hermano de confianza. Pídele que te ayude a luchar en oración.
Para orar:
Jesús, he estado sufriendo ataques de mis perseguidores. A pesar de que ellos me hacen mal yo sé que tú deseas mi bien y que tu poder prevalecerá. Quiero actuar conforme a tu Palabra y combatir el mal con el bien. Ayúdame, Señor. En tu nombre, Jesús, amén.
Qué es el Devocional diario
El Devocional diario es un momento especial del día que dedicas para tener un tiempo precioso de comunión con Dios. Es muy sencillo establecer una rutina emocionante de descubrimiento y crecimiento espiritual.
Lo lograrás al separar un momento cada día para acercarte al Señor. Durante el Devocional leerás un versículo de la Biblia con una meditación sobre el texto. Luego, meditarás sobre las enseñanzas y cómo aplicarlas en tu vida. Al final, podrás orar.
Cómo hacer tu Devocional diario
Aquí tienes unos consejos para que aproveches al máximo la lectura del mensaje bíblico durante el Devocional diario:
Aparta un momento y escoge un lugar específico: tu momento devocional será más provechoso si dejas de lado el ajetreo e inviertes en un tiempo placentero a solas con Dios.
Lee el versículo o el pasaje bíblico con atención: desarrolla un estilo de vida comprometido con la Palabra de Dios todos los días y evita las distracciones.
Lee la meditación diaria: reflexiona e intenta comprender el propósito de Dios para tu vida a través de los comentarios.
Aplicación práctica: anota tus descubrimientos y no olvides poner en práctica todo lo que has aprendido por medio de la Biblia.
Comparte lo que aprendiste: intenta compartir con otras personas a través de tus conversaciones e interacciones diarias lo que Dios te enseña en tus momentos de devocional diario.
¡No olvides la importancia de vivir una vida totalmente comprometida con la Palabra de Dios!