Un devocional diario para fortalecer tu relación con Dios
Devocional Diario para hoy Jueves
Jesús nos escogió
No me escogieron ustedes a mí, sino que yo los escogí a ustedes y los comisioné para que vayan y den fruto, un fruto que perdure.
Así el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre.
(Juan 15:16)
Si hay una característica de Jesús que podemos destacar es su amor incondicional.
Dentro de los registros que hay de la antigüedad podemos ver que Jesús fue uno de los primeros hombres en valorar a los niños, a las mujeres – con muy poco valor hasta entonces – y a los que vivían marginados de la sociedad: las prostitutas, los enfermos y hasta los cobradores de impuestos.
Esto incomodó a mucha gente pues el Mesías no estaba entre la «pompa de los tabernáculos» y el ambiente de los fariseos. A Jesús lo encontraban en medio del pueblo, entre los niños o a la orilla de la playa entre los pescadores.
Muchos religiosos cuestionaron ese comportamiento, pero Jesús fue categórico: «No son los sanos los que necesitan médico, sino los enfermos. Y yo no he venido a llamar a justos, sino a pecadores» (Marcos 2:17).
¡Jesús nos escogió! Entre capacitados y justos Dios extendió su mano y nos alcanzó con su perdón. Nos escogió por su gracia, no por mérito, por su amor incondicional. Así como a nosotros,
Jesús escogió aquellos pescadores como sus discípulos antes de que ellos lo escogieran como maestro. El resultado de esta elección fue la edificación de la vida de cada uno – un fruto permanente – de manera que ellos pudieran esparcir la semilla del evangelio de la salvación a todos los escogidos.
Jesús nos escogió y como discípulos tenemos una misión: anunciar el evangelio del Señor a los que todavía no saben que Jesús los llamó a una vida de alegría y de victoria.
Actuando como escogido
Lee la Biblia y mantente dentro de su noble misión. Cuando meditamos en la Palabra tomamos conciencia de lo que debemos hacer y de las promesas que ya han sido
liberadas para aquellos que son escogidos por Dios.
Anuncia la Palabra del Evangelio. Cuando compartimos la Palabra estamos ampliando el llamado de Jesús al mundo.
Hazlo todo para que el nombre de Jesús sea engrandecido. Hay poder en su nombre y podrás lograr grandes cosas al proclamar el nombre de Jesús.
Para orar:
Señor Jesús, me escogiste como tu hijo. Te estoy muy agradecido por haberme rescatado.
Derrama tu favor sobre mí, dame valor para anunciar tu Palabra a aquellos que todavía necesitan oír tu nombre. Amén.
Devocional de Ayer
¿Y ustedes?, ¿quién dicen que soy yo?
Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?
Tú eres el Cristo —afirmó Pedro.
(Marcos 8:29)
Jesús había preguntado anteriormente lo que los demás decían sobre él. Los discípulos fueron rápidos en responder: «Unos dicen que Juan el Bautista, otros que Elías, y otros que uno de los profetas». A veces es muy fácil hablar lo que otros dicen, pero es más difícil decir lo que nosotros pensamos de verdad.
Cuando Jesús hizo la misma pregunta a los discípulos apenas Pedro, inspirado por el Espíritu Santo, respondió: «Tú eres el Cristo».
¿Qué hablamos sobre Jesús? ¿Qué decimos sobre Cristo con nuestros hechos? Cuando confesamos verdaderamente que Jesucristo es el Señor, Dios se revela en nosotros. Es muy importante que nuestros hechos confirmen lo que sale por nuestra boca.
Cuando nuestra actitud apunta hacia Dios es como si estuviéramos gritando alto y claro que Jesús es el Cristo, que transforma vidas y que comenzó su obra en nosotros.
¡Jesús es el Cristo!
Lee un Evangelio del Nuevo Testamento (Mateo, Marcos, Lucas o Juan). Lee sobre lo que Jesús hizo, sus milagros, su sacrificio y su victoria sobre la muerte.
¡Examínate! Si recuerdas que has hecho algo que no agradó a Dios, pídele perdón. Él es poderoso y benévolo para perdonar.
¡Ora! Dile a Jesús quién es él en tu vida.
Para orar:
¡Señor Jesús! Tú eres el salvador de mi vida y el consumador de mi fe.
Perdóname por los momentos en que tuve actitudes que no apuntaban hacia ti.
Quiero obedecer tu palabra, andar en tus caminos y ser un instrumento en tus manos. ¡Tú eres el Cristo! Amén.
Devocional de Anteayer
Que el débil diga: ¡soy fuerte!
Forjen espadas con los azadones y hagan lanzas con las hoces.
Que diga el cobarde: «¡Soy un valiente!»
— Joel 3:10
Desánimo, tristeza y depresión parecen ser palabras de moda en estos días. Aun cuando se consideran respuestas naturales de nuestro cuerpo a las dificultades, el aislamiento y los problemas que enfrentamos actualmente, nadie desea permanecer en esa situación por mucho tiempo.
Vivir momentos difíciles y pasar por sufrimientos son caminos válidos para la madurez del creyente en Jesús. A pesar de nuestra fragilidad y de las aflicciones que enfrentamos, podemos tener la certeza de la fidelidad de Dios.
Este versículo se encuentra dentro de un texto que habla sobre promesas de Dios. El libro del profeta Joel anuncia el juicio venidero y la promesa de restauración de su pueblo. El Señor triunfará sobre todo el mal y hará prevalecer la justicia en su Reino.
Es por su poder que somos hechos fuertes guerreros, habilitados para enfrentar las batallas de la vida por fe. No se trata de una estrategia mental de pensamiento positivo ni de usar el «poder de las palabras». ¡No! Nuestra fuerza viene de Dios (Salmos 28:7-8). Él es quien nos fortalece (Filipenses 4:13). Es gracias a Jesús y su poder que venceremos y que podemos decir: ¡soy fuerte en Cristo!
Fortalécete en Dios
Busca la fuerza más grande de todo el universo: ¡Jesucristo!
Ora y clama al Señor por fuerzas y nuevo ánimo. La potente mano de Dios te puede sustentar.
Tu fuerza aumentará cuando admitas que eres débil y que necesitas recibir la fortaleza que viene de Dios.
Cree que el poder de Dios puede hacer cesar el caos por el que estás pasando.
Busca fuerzas en la Palabra de Dios. Lee la Biblia diariamente (Medita en 1 Crónicas 16:11; Salmo 18:32, Isaías 40:29).
Agradécele a Dios por la fuerza que él te da y por todo lo que tienes (Deuteronomio 8:18).
Fortalece y anima a las personas desanimadas que te rodean.
Para orar:
Señor Dios todopoderoso, creo que tú eres fiel y que cumples todas tus promesas. Ayúdame y fortaléceme pues soy débil, Padre amado… ¡Te necesito! Por mí mismo no logro vencer los desafíos de esta vida.
Hazme fuerte de acuerdo con tu Palabra y ayúdame a animar y a fortalecer las vidas de los que se sienten débiles por causa de los sufrimientos de este mundo. En el nombre de Jesús te lo pido y te doy gracias, amén.