La gracia de Dios

Piense en una pareja de ancianos viviendo en una casa en ruinas, que apenas pueden permitirse comprar algo de comida y medicamentos. Ni siquiera tienen dinero suficiente para mantener la calefacción durante los meses de frío.

 

Luego, poco después de que ambos han muerto, se descubre un enorme yacimiento de petróleo bajo su humilde vivienda. Todos sus años de pobreza los vivieron encima de una riqueza sin explotar.

 

Lamentablemente, muchos cristianos pasan la vida como esa pareja de ancianos. Han reducido el cristianismo a sus elementos más básicos: Dios me salvó y un día iré al cielo. Aunque Jesús ofrece vida abundante ahora mismo (Jn 10.10), no la están viviendo.

 

Los creyentes espiritualmente pobres no aprovechan el reservorio de la gracia de Dios. La eternidad comienza en el momento que somos salvos; no hay que esperar llegar al cielo para disfrutar de las riquezas del Señor.

 

Dios ha prodigado su gracia a los creyentes. Recibimos justificación, libertad del legalismo, y una unión inquebrantable con nuestro Padre celestial. A cambio de eso, Él desea que invirtamos tiempo y energías en nuestra relación con Él.

 

Cuando lo hacemos, todo lo que Él ofrece se derrama generosamente en nuestras vidas. Nuestra relación con Él hace posible que tengamos gozo, contentamiento y bendiciones.

 

La verdadera riqueza no se mide por la cuenta bancaria o el automóvil. Como coherederos con Cristo (Ro 8.17), tenemos acceso a las riquezas de Dios, las cuales incluyen gozo inefable, amor incondicional, y una paz más allá de toda comprensión.

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ORACIONES COMPLEMENTARIAS

Gracias Dios, tú eres digno de gran

alabanza por ser quien eres, por toda

tu creación, por la vida, la bendición.

Por la familia, por el trabajo, por la energía

para trabajar, por darnos la capacidad de

crear, de desarrollar dones y talentos,

por darnos la fuerza para ayudar y

bendecir a otros con lo que tenemos

o con lo que hacemos.

Amén.


Damos gracias a Dios porque Él abre

caminos nos da su bendición en el camino,

van nuestros pasos en paz, sin ansiedad ni

angustia porque tenemos serenidad y

confianza en que cuando le

entregamos nuestro corazón y lo

buscamos Él extiende su bendición.

Amén.

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